Quienes somos madres de un varón, nos encargamos de hacer lo mejor posible para que ellos sean unos caballeros, que algún día, puedan tener una princesa a su lado y puedan tener un castillo que aunque sencillo, pueda ser bendecido por Dios, y lleno de príncipes y princesas, que corran alrededor de ellos, felices y gozando de su amor por siempre. No perfecto, pero lleno de amor y felicidad.

El problema es que a veces esos castillos están construidos sobre naipes que los vientos más ligeros pueden derribar.

Hoy por hoy nos encontramos en una sociedad que cada vez es más abusiva y falta de respeto. Donde los valores no existen, de modo que tratamos de cuidar a nuestras hijas mujeres de abusos y aconsejamos a nuestros hijos para que traten bien a sus hermanas, compañeras y amigas, no se diga a las novias y por su puesto esposas.

Pero olvidamos que también existe el abuso para con el hombre. Y que este es más frecuente de lo que pensamos, y las estadísticas cada vez son más sorprendentes en este caso.

Este abuso también lo llaman el “abuso silencioso” ya que por vergüenza no se declara, o por falta de ayuda en el lugar donde se vive. Generalmente en los países donde el machismo es más alto, esta situación es más silenciosa que en otras partes. Pues desafortunadamente y por lo general no hay ayuda para los hombres abusados, porque ¿quién puede imaginarse que un hombre puede ser maltratado por su esposa cuando este le dobla en tamaño y peso?

Pero lo cierto es que criamos a nuestros hijos diciéndoles que: “el que le pega a una mujer es cobarde”, o “que no se le puede tocar a una mujer ni con el pétalo de una flor”. Y aunque tales declaraciones son ciertas, estamos, sin querer diciéndoles que no se pueden defender en caso de agresividad, pues no les damos opción, no les decimos que es igual para con ellos. Respeto merece respeto.

Lo más alarmante es que no contamos con estadísticas reales de tipo general, porque como dijimos anteriormente, los casos no son denunciados por vergüenza.

Pero leamos el testimonio de un hombre que fue abusado por su esposa al cual llamaremos Paul:

“En las dinámicas de grupo para víctimas de violencia de pareja no se ven hombres. Yo soy el único. Es en parte orgullo, machismo. Conozco más de un caso, pero ellos prefieren no pedir ayuda. No somos abiertos, no hablamos sobre eso”, señala.

Estemos como padres atentos a nuestros hijos. Especialmente los que hemos criado a nuestros hijos dentro de principios cristianos. A veces los criamos tan inocentes y ajenos a lo que les pasa alrededor, que cuando se enfrentan al mundo real, les cuesta demasiado adaptarse a él. Y no se pueden defender porque no saben lo que deben hacer.

Aproximadamente 42% de los jóvenes y las jóvenes han denunciado haber sufrido un tipo de violencia en el noviazgo. De ese porcentaje, 46% son hombres y 38% son mujeres”, señala en conversación con BBC Mundo José Manuel Romero, director del Instituto Mexicano de la Juventud.

La violencia física es la que menos sufren los jóvenes en sus noviazgos. De ese 42%, casi 7% reportó haberla padecido. La violencia que más sufren es la emocional: casi 40% la ha experimentado”, indicó el funcionario al citar los resultados de la Encuesta Nacional de Violencia en el Noviazgo de 2007, hecha entre jóvenes de 12 y 29 años en México.

Hay dos tipos de violencia emocional, explica Romero: las actitudes de control que “buscan impedir que el novio o la novia tenga comunicación con algunas amistades, asista a alguna fiesta e incluso tenga contacto con la familia” y la actitud de subestimación, que implica menosprecio y críticas constantes a la pareja.

“Y eso ha venido acompañado, en algunos casos, de maltratos verbales: les gritan a su parejas, los denigran, les dicen que no sirven para nada”.

Hoy quiero instar a todos a que ayudemos a nuestros hijos varones a no menospreciarse, enseñémosles que son valiosos a los ojos de Dios, y también a los ojos de nosotros que somos sus padres, y sus familias. Que pueden reír y también llorar, que el noviazgo y el matrimonio no es esclavitud, sino el placer de disfrutar la vida con alguien más que nos va a acompañar a ser mejores cada día.

Tratemos de identificar el abuso hacia nuestros hijos a tiempo, pues éste se lleva al matrimonio.

La falta de respeto en el hogar, ahora es muy común. ¡No se debe permitir, nunca! Y empieza hoy conmigo.

El dialogo abierto y sincero entre padres e hijos es indispensable. Las meditaciones de bíblicas, en donde Dios escoge a sus hijos varones para muchas cosas sagradas, son importantes, pero recalcar las virtudes de las mujeres que deben acompañarles también es necesario. Solo así podrán identificar a la niña que más les conviene como pareja.

A continuación hay una lista que nos puede dar una luz al respecto:

  1. Los celos: está bien que nos cuiden, pero no que nos controlen.
  2. El control: Si controla tu economía, tu forma de vestir, te llama con frecuencia, te prohíbe cosas o te chantajea emocionalmente.
  3. Aislamiento: En este caso, tu pareja intentará distanciarte de forma permanente de tus círculos sociales e incluso de tu familia. Puede que te deje relacionarte con ellos solo cuando esté presente. Quizás hasta llegues a pensar que tiene razón. La intención es cortar los lazos que vienen de afuera de la relación y minimizar el apoyo y los recursos externos de la víctima para incapacitarla.
  4. Irresponsabilidad: culpa a otros de sus propios errores.
  5. Hipersensibilidad: lo que digas lo recibirá como ataque personal.
  6. Abuso verbal: usa palabras que te hacen sentir mal
  7. Abuso sexual y roles sexuales rígidos: Lo hace aunque no lo desees, o solo cuando la otra persona lo quiere.
  8. Abuso y violencia física.
  9. Rompe objetos.
  10. Cambios bruscos de humor.

Esto nos ayuda a identificar abuso tanto en hombres como en mujeres.

Si este es tu caso, pide ayuda inmediatamente. Rompe el silencio, no temas contar lo que estás pasando. Y si lo notamos en nuestros hijos varones también, ¡ayudémosles!

Dios nos ama con amor infinito:
“Jehová se me manifestó hace ya mucho tiempo, diciendo: “Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia. (Jeremías 31:3)”