Los terceros jueves del mes de noviembre en los Estados Unidos se celebra el día de Gracias. Esta celebración se remonta al pasado; cuando los primeros colonos que llegaron a este país, no sabían qué comer y pronto enfermaron, muchos murieron. Hasta que hubo un nativo, (Squanto) quien les compartió sus conocimientos y les enseñó a sembrar y a comer. A partir de ese momento se establece el día de Acción de Gracias o Thaksgiving como se dice en inglés. Y se supone que se agradece a Dios por todo lo que provee.

El dar gracias es un acto que se enseña desde pequeños a los niños. No es algo que se lleve naturalmente. Cuántas veces se ha oído decir: “Qué mal agradecido es”, y por supuesto, cuando uno hace un favor espera a cambio, por lo menos, que la persona a la cual se le ayudó diga: GRACIAS. Y realmente se siente uno mal, cuando no se escucha después de algo que se ha dado.

Muy frecuentemente escuchamos a nuestros progenitores decir: “¿diste las gracias?”.

¿Y a Dios por qué no le damos las gracias por lo que nos da?, frecuentemente pedimos y pedimos, pero es muy rara la vez que somos agradecidos con Dios. ¿O será que al igual que Estados Unidos necesitamos un día para ser agradecidos?
Generalmente cuando vamos a la iglesia escuchamos muchos pedidos de oración, pero casi nunca escuchamos dar gracias.

Hay tantas cosas que las damos nada mas por hecho, pero si las quitaran por tan solo un momento las agradeceríamos de corazón. ¿Qué hay del aire que respiramos, de la vista que tenemos, del que podamos caminar, hablar, escuchar? ¿Qué hay de los pajaritos que cantan en la mañana y de los arboles que nos dan sombra? ¿Qué hay de la sonrisa de un lindo bebé que confiado en el amor de sus progenitores descansa en la cunita y nos trae felicidad? ¿Qué hay del anciano que con su cabeza plateada nos llena de sabiduría? ¿Y del sustento que a diario recibimos?

Esto es si pensamos en lo mínimo, y ¿si vemos lo grande?, como por ejemplo, el solo hecho de haber sido creados por un Dios lleno de amor, y que por ese amor que nos tiene haya tenido el plan de redención, al punto de haber mandado a su único Hijo a morir por nosotros y que además tengamos la esperanza de la salvación.

¿No creen que sean motivos para agradecer?

La semana pasada viajamos más de veintiséis horas para poder reunirnos con nuestros hijos. Y pensé: ¿cuánto ha tenido que viajar nuestro buen Dios para alcanzarnos a nosotros que somos sus hijos?

En la Biblia encontramos la siguiente historia:
― Lucas 17:11-19 Nueva Versión Internacional (NVI)
Jesús sana a diez leprosos
11Un día, siguiendo su viaje a Jerusalén, Jesús pasaba por Samaria y Galilea. 12Cuando estaba por entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres enfermos de lepra. Como se habían quedado a cierta distancia,13gritaron:
Maestro, ¡ten compasión de nosotros!
14Al verlos, les dijo:
―Vayan a presentarse a los sacerdotes.
Resultó que, mientras iban de camino, quedaron limpios.
15Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces. 16Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano.
17― ¿Acaso no quedaron limpios los diez? —Preguntó Jesús—. ¿Dónde están los otros nueve? 18¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? 19 Levántate y vete —le dijo al hombre—; tu fe te ha sanado.

Dios también se complace, en que su creación, sea agradecida.
Doy gracias a Dios por todo lo que me da sin merecer, y por lo que no me da.
¡GRACIAS!