La primavera en todo su esplendor, qué bello que después de un invierno largo y frio, todo vuelva a la vida.   Los rayos del sol calentando la tierra, los pajaritos cantando, las flores vuelven a salir, y alegran los campos con colores alegres y aromatizan el ambiente con diferentes olores. Los insectos salen y sus diferentes ruidos alegran a aquellos que se detienen a escuchar con atención en el silencio. Las estrellas brillan en todo su esplendor, y nos hablan de un amor maravilloso, el amor de Dios.

Ya hace muchos años escribiera Ellen White, “La naturaleza y la revelación a una dan testimonio del amor de Dios.  Nuestro Padre Celestial es la fuente de vida, sabiduría y gozo. Mirad las maravillas y bellezas de la naturaleza. Pensad en su prodigiosa adaptación a las necesidades y a la felicidad, no solamente del hombre, sino de todos los seres vivientes. El sol y la lluvia que alegran y refrescan la tierra; los montes, los mares y los valles, todos nos hablan del amor del Creador.”   Y en un párrafo más adelante dice: “Dios es amor; está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba. Los hermosos pájaros que con sus preciosos cantos llenan el aire de melodías, las flores exquisitamente matizadas que en su perfección lo perfuman, los elevados arboles del bosque con su rico follaje de viviente verdor, todos atestiguan el tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y su deseo de hacer felices a sus hijos.” (El Camino a Cristo,  pagina 10)

Todo está perfectamente conectado entre sí. Todo sirve para servir. No hay nada en el mundo creado que no nos hable de servicio y de lo maravilloso que es Dios.

Hace algún tiempo escuchaba que en un parque eliminaron a los lobos, para que hubiese más venados, y efectivamente la producción de venados se multiplicó, pero dejaron de crecer, los arboles, no crecían y el agua en los ríos disminuyó. Tras años de investigación, se dieron cuenta que los venados comían los árboles cuando eran muy pequeños, no los dejaban crecer, los topos se estaban desapareciendo, porque ya no había árboles para hacer las presas, desaparecieron los peces y por ende los ríos.  Se dieron cuenta que todo estaba en perfecto equilibrio. Por lo tanto era necesario traer lobos para que no se perdiera la armonía de  la naturaleza.

En nuestras iglesias se necesita de toda clase de personas.  Necesitamos de las personas que dejan perfumado el ambiente con dulzura y bondad; necesitamos de los niños que nos alegran y nos dan esperanza;  necesitamos de los jóvenes que con su frescura de vida nos instan a continuar en la lucha de cada día; necesitamos de los adultos que nos muestran el camino a Cristo;  necesitamos de  los ancianos que nos atestiguan del tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y hasta necesitamos de aquellos que nos hacen pesada la carga para continuar, porque nos ayudan a fortalecer nuestra fe.

Usted alguna vez se ha preguntado: ¿por qué en la Biblia se menciona solo UN fruto del Espíritu Santo, y no varios? Leamos en nuestra Biblia en el libro de Gálatas capitulo 5 y verso 22 y 23:   Mas EL FRUTO del Espíritu Santo ES amor, gozo, paz, Paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Es solo uno porque está conectado entre sí. Porque sin amor no hay gozo, y sin gozo no hay paz, y si no tenemos paz, no podemos ser pacientes, y no podemos ser amables; no podemos ser buenos si no somos amables, y aquel que no es bueno no puede mostrar fidelidad, y si no es fiel no tiene dominio propio. Es un solo fruto porque todo está en conexión. Uno con otro.

Por eso en su amor Dios nos invita a tener el fruto del Espíritu Santo, a mostrarlo. Porque Dios mismo es así. Ese es su carácter.   En Dios hay amor, hay gozo, hay paz, es paciente para con nosotros sus hijos, es generoso en gran manera, nos muestra su fidelidad y produce en nosotros dominio propio.

Lo único que llevamos al cielo es el carácter, por lo tanto,  al ser llenos de su Espíritu Santo, su fruto se reflejará en nosotros y seremos de bendición para los que nos rodean empezando en casa y para con los demás, y para con lo que nos rodea, su naturaleza entera.

“Los ojos de todos miran a ti,

Y tú  les das su alimento a su tiempo.

Abres tu mano,

Y satisfaces el deseo de todo ser viviente.”

(Salmos 145:15, 16)