English version below
Cuando ni siquiera aún las noticias hablaban del COVID 19, y mucho menos de la posibilidad de una Pandemia, Norma y Jorge vivían una vida normal, y estaban llenos de planes.
En junio del 2019, compraron una casa nueva con mucho esfuerzo, a la que se mudaron. A sus muchas tareas diarias, le agregaron reorganizarse después de una mudanza, y comenzar a hacer arreglos típicos que se hacen en un nuevo hogar.
El trajín de la vida, y la velocidad de la rutina, no les había permitido disfrutar muchas cosas en su nueva casa. Las tareas y las semanas parecían simplemente pasar sin descanso ni respiro.
Los planes y las responsabilidades, además de los problemas típicos, y algunos no tanto, llenaban el calendario completamente.
En febrero del 2020, ya se comenzaba a escuchar en las noticias sobre una nueva enfermedad que estaba ocurriendo en China. Coronavirus, como la llamaron al principio, era una enfermedad agresiva y que avanzaba en aquellos lugares.
Pero la vida aquí continuaba, y Norma y su esposo, decidieron que era un buen momento para seguir las reformas en su casa. Decidieron mandar a hacer un cerco en el jardín trasero, para darle más privacidad. Cuando se marcó el lugar donde se pondrían las maderas, algunos arbustos y un árbol, quedaron del lado de afuera de su jardín.
Los días siguieron pasando, y aquello que parecía un problema de otro continente, comenzó a ser un problema en el occidente también. Y aunque no de forma impuesta, algunas personas comenzaron a respetar una cuarentena responsable. Entre ellos, Norma y Jorge decidieron hacerlo también. Lo que Norma no sabía, era que aquella enfermedad había decidido visitarlos, para quedarse con ellos por un largo tiempo.
Comenzaron a mostrarse en Norma diferentes síntomas. Cada día se sumaba una dolencia nueva. Jorge aún no se había enfermado, y cuidaba de Norma. La fiebre y los dolores no permitían que ella pudiera hacer mucho.
No había belleza en su casa, por lo menos, esto era lo que ellos sentían.
Se sentían solos. Su casa olía a medicinas, a suero, a alcohol, a enfermos…
Durante estos días oscuros, su hija que ya no vive con ellos desde que comenzó la Universidad, vino a dejarle unas flores y una tarjeta con unas notas, que dejó simplemente en la puerta. Desde la ventana y con muy pocas fuerzas para estar de pie, ojerosa y con su piel pálida, Norma observó con profunda tristeza, como su preciosa princesa bajaba las escaleras de su casa llorando.
Las palabras en sus notas la reconfortaron enormemente. Cuánto orgullo sentía que su joven pequeña fuera tan madura para enumerarle las tantas veces que Dios no las había dejado solas en el pasado. Y en la nota también le aseguraba, que tampoco la dejaría en este momento.
Cada mañana, Norma le pedía a Jorge que corriera la cortina de su ventana para poder ver los rayos del sol. Eso era algo que le daba ánimo y esperanza para enfrentar ese nuevo día.
Al 8vo día de su fiebre, cuando Jorge abrió su ventana esa mañana, pudo ver algo que no había visto antes. Del otro lado del cerco había quedado un árbol. No estaba en su terreno, pero ella podía ver que sus ramas pasaban por encima de su cerco nuevo. El reciente invierno había dejado al árbol desnudo, y aún no había rastros de que la primavera fuera a llegar.
Al 11vo día, la fiebre comenzó a quemar con más fuerza. Esa noche Norma casi no había dormido, y su desesperación por ver los rayos del sol, aunque tímidos por la mañana, era su único anhelo. Pero una dulce sorpresa la esperaba del otro lado del vidrio. Ese árbol grisáceo, comenzaba a mostrar una pequeña florcita blanquecina. ¿Podría ser que la primavera comenzara a mostrarse en este árbol?
Junto con el avance de su fiebre los días siguientes, también las flores del árbol fueron cambiando de colores. Y así cada mañana por su ventana, además de poder ver los rayos del sol, aquellas flores pasaron de blanco a rosadito pálido y de rosado medio a un color más intenso.
Ya para el día 14, Norma sentía que su salud no iba a aguantar más. No queriendo alertar a su hija, pero con deseos de despedirse por si algo le pasaba, le escribió un mensaje de texto recordándole su amor, y aquellas cosas que no debía olvidar.
Ya de noche, su esposo Jorge comenzaba a verse con los mismos síntomas que ella ya había experimentado. Su piel se veía grisácea y sus labios también, y aunque aún no tan enfermo como ella, se sentía destrozado frente a su cama. Entre lágrimas y con dificultad, Jorge ayudó a Norma a bajar al piso, para poder pedirle juntos nuevamente a Dios que no los abandonara.
Una vez en su cama de nuevo, Norma le pidió a Jorge que se fuera al otro cuarto, para que él pudiera descansar. Y aunque casi no podía abrir sus ojos, por el ardor que la fiebre tan alta le producía, podía escuchar a su esposo sentado en las escaleras que salían de su cuarto, orando y llorando.
Las horas pasaron sin ningún descanso. Aquella noche Norma se preguntó una y otra vez si podría ver la luz del siguiente día. Se preguntó qué pasaría con su hija, quién cuidaría de su esposo. Tantos planes, tantos sueños.
Los rayos de la mañana volvieron a brillar en un nuevo día. Y Jorge hizo lo que ya era un ritual: abrir su ventana.
Aquel día fue como ningún otro. Las flores que habían pasado por un degrade de colores rosados, ese día estaban en su mayor esplendor.
En ese momento Norma sintió que todo iba a estar bien, y de hecho, a las 11 de la mañana, comenzó lentamente su recuperación. Dios tenía un mensaje único para ella en ese árbol en flor.
En los versículos 11 y 12 de Jeremías 1 dice:
11 Y de nuevo recibí las palabras de Jehová. Me dijo: “¿Qué estás viendo, Jeremías?”. Yo respondí: “Veo la rama de un almendro”.*
12 Jehová me dijo: “Has visto bien, porque estoy muy despierto respecto a mi palabra para cumplirla”.
En Israel, a finales de Enero y principios de Febrero muchas de las laderas escalonadas viven una espectacular transformación. Los almendros florecen como si despertaran de su letargo invernal.
Aunque la Biblia menciona pocas veces el almendro, cuando lo hace, destaca de él sus bellas flores blancas y rosadas y su temprano despertar. Este atractivo árbol nos recuerda especialmente que Jehová no descansará hasta que haya cumplido su propósito.
No se cuál haya sido tu historia durante esta pandemia. Pero Dios quiere decirte las mismas palabras que a Jeremías.
Dios tiene planes para ti aún mucho mejores que tus más anhelados sueños.
Simplemente entrégale todo, y mira por tu ventana el árbol florecer.
Written by Paula Correa
English Version | Dreams that bloom again
When the news was not even talking about COVID 19, much less the possibility of a Pandemic, Norma and Jorge lived a normal life, and they were full of plans.
In June 2019, they painstakingly bought a new house, which they moved into. To their many daily tasks, they added reorganizing after a move, and beginning to make typical arrangements that are made in a new home.
The hustle and bustle of life, and the speed of routine, had not allowed them to enjoy many things in their new home. Tasks and weeks just seemed to pass without rest or respite.
Plans and responsibilities, as well as typical problems, and some not so, filled the calendar completely.
In February 2020, news about a new disease that was occurring in China was already beginning to be heard. Coronavirus, as it was called at first, was an aggressive disease that was advancing in those places.
But life here continued, and Norma and her husband decided that it was a good time to continue the improvements in their house. They decided to have a fence installed in the back garden, to give it more privacy. When the place where some bushes and a tree would be placed were marked, they were left on the outside of the garden.
The days continued to pass, and what seemed like a problem in another continent, began to be a problem in the West as well. And although not in an imposed way, some people began to respect a responsible quarantine. Between them, Norma and Jorge decided to do it too. What Norma did not know was that this disease had decided to visit them, to stay with them for a long time. Different symptoms began to show in Norma. Every day a new ailment was added. Jorge hadn’t gotten sick yet, and he was taking care of Norma. The fever and pains did not allow her to do much.
There was no beauty in their house, at least, this was what they felt. They felt alone. Their house smelled of medicine, serum, alcohol, patients… During these dark days, Norma’s daughter, who no longer lives with them since she started college, came to leave her some flowers and a card with a note, which she simply left at the door. From the window and with very little strength to stand up, haggard eyes and pale skin, Norma watched with deep sadness, as her precious princess went down the stairs of her house crying.
The words in the note comforted Norma greatly. How proud she felt that her young girl was so mature to list the many times that God had not left them alone in the past. And in the note she also assured Norma that she would not leave her at this time either.
Every morning, Norma would ask Jorge to open the curtain on her window so she could see the sun’s rays. That was something that gave her courage and hope to face this new day.
On the 8th day of her fever, when Jorge opened the window curtains that morning, he was able to see something that he had not seen before. On the other side of the fence there was a tree. It wasn’t in the yard, but he could see its branches going over their new fence. The recent winter had left the tree bare, and there was still no sign that spring was coming.
On the 11th day, the fever began to burn more strongly. That night Norma had hardly slept, and her desperation to see the sun’s rays, although timid in the morning, was her only longing. But a sweet surprise awaited her on the other side of the glass. That grayish tree began to show a small whitish flower. Could it be that spring was starting to show in this tree?
Along with the progress of her fever in the following days, the flowers on the tree also changed colors. And so every morning through her window, in addition to being able to see the sun’s rays, those flowers went from white to pale pink and from medium pink to a more intense color.
By day 14, Norma felt that her health was not going to take it anymore. Not wanting to alert her daughter, but wanting to say goodbye in case something happened to her, she wrote her a text message reminding her of her love, and those things that she should not forget.
That night, her husband Jorge began to see himself with the same symptoms that she had already experienced. His skin looked gray and so did his lips, and although not yet as sick as she was, he felt shattered. Between tears and with difficulty, Jorge helped Norma to get down to the floor, so that together they could ask God again not to abandon them.
Once in her bed again, Norma asked Jorge to go to the other room so that he could rest. And although she could hardly open her eyes, due to the burning sensation caused by such a high fever, she could hear her husband sitting on the stairs leading from her room, praying and crying.
Hours passed without a break. That night Norma wondered over and over again if she would see the light of the next day. She wondered what would happen to her daughter, who would take care of her husband. So many plans, so many dreams.
The morning rays shone again on a new day. And Jorge did what was already a ritual: open the window.
That day was like no other. The flowers that had gone through a gradient of pink colors, that day were in their greatest splendor.
At that moment Norma felt that everything was going to be alright, and in fact, at 11 o’clock in the morning, she slowly began her recovery. God had a unique message for her in that blossoming tree.
In verses 11 and 12 of Jeremiah 1 it says:
11 And again I received the words of Jehovah. He said to me: “What are you seeing, Jeremías?” I answered: “I see the branch of an almond tree.”*
12 Jehovah said to me: “You have seen correctly, because I am wide awake regarding my word to fulfill it.”
In Israel, in late January and early February many of the stepped hillsides undergo a spectacular transformation. The almond trees bloom as if awakening from their winter slumber.
Although the Bible rarely mentions the almond tree, when it does, it highlights its beautiful white and pink flowers and its early awakening. This attractive tree especially reminds us that Jehovah will not rest until he has fulfilled his purpose.
I don’t know what your story has been during this pandemic. But God wants to say the same words to you as to Jeremiah. God has plans for you that are even better than your wildest dreams.
Just give Him everything, and watch the tree blossom through your window.
Written by Paula Correa