La semana pasada hablamos de lo que era la infidelidad y Sara nos está relatando su testimonio; el cual terminaremos a continuación:
“Sí, por un lado quería el divorcio pero por otro lado quería salvar mi matrimonio. Quería el divorcio puesto que me daba asco saber que mi esposo estuviera con otra persona. Y por otro lado quería salvar mi matrimonio porque a pesar de todo seguía amando a mi esposo. No era fácil.
“Y confiar en el Pastor de la iglesia, no podía; por un lado me daba muchísima vergüenza y por otro lado, éste siempre que pasaba algo de gravedad en la iglesia decía: “Esta semana un hermano o hermana me abrió su corazón y me dijo….” Contando el problema que se le había confiado, y al final sabíamos todos de quien se trataba, puesto que habíamos visto que algo le preocupaba al hermano o hermana.
“Por otro lado contárselo a mis padres me resultaba muy difícil, porque mi esposo había sido muy grosero con ellos y ya no lo querían mucho. Buscar ayuda profesional no podía porque la situación económica no me lo permitía en aquel momento. Estaba entre la espada y la pared. Muchas veces desee morir, y cada día que me despertaba era una pesadilla, era solo para discutir, para herirnos y para culparnos mutuamente de la situación que estábamos viviendo.
“Al final terminé yendo a la casa de mis padres, quienes se dieron cuenta de mi lamentable situación. Mi madre me dijo que si me divorciaba tenía todo el apoyo en ellos. Pero mi padre hablando tranquilamente conmigo y como hombre, me hizo ver la situación desde otro punto de vista. Me instó a luchar por mi matrimonio, es más me dijo que era hora de ser valiente y esforzada, que pensara en mis hijos y en la falta grande que les haría un padre en todo momento. Que me tomara mi tiempo para pensarlo, después calmadamente iba a ser más fácil tomar decisiones. <
“Así lo hice, me tomé mi tiempo, oré muchísimo, Dios fue mi Padre celestial que ponía alivio a mi dolido corazón, pedí su ayuda desesperadamente y sentí su presencia en medio de mi angustia y dolor. Al pasar el tiempo y luego de pensar en las consecuencias que esto conllevaría decidí hablar con mi esposo, sabía que no sería fácil pero pedí a Dios serenidad para poder hacerlo, y pudimos hablar tranquilamente de la situación sin necesidad de pelear.
Nos planteamos muchas cosas que no nos gustaban de los dos, además pensamos que no era justo vivir como lo estábamos haciendo, hiriendo a nuestros niños más que a nadie, cada día se ponían a llorar y me preguntaban si había sido su culpa. El me pidió perdón por haber caído en la tentación, y me dijo que con la ayuda de Dios, no permitiría que volviera a pasar.
Admito que no fue fácil, que daban ganas de gritar y salir corriendo pero los dos teníamos el deseo de salvar nuestro matrimonio y luchar por restaurarlo. Llore mucho y el sufrimiento fue grande, y solo de acordarme, agradezco a Dios que toda aquella pesadilla haya pasado.
Sí, valió la pena luchar puesto que en los problemas futuros y de nuestros hijos, estábamos unidos para pasarlos juntos, nadie podía amar más a nuestros hijos que nosotros mismos. La felicidad de verlos graduar y de que salgan adelante es muy alentador. Y para nosotros mismos no todo ha sido color de rosas, pero ya son muchos años juntos en los que hemos pasado muy malos momentos pero también muy lindos momentos. La felicidad se restauró, y hubo muchos cambios de parte de los dos. Dios fue el único que pudo hacer cambios en nuestros corazones y en nuestras vidas. Quiero decirles que el restaurar un hogar no es fácil y es un trabajo de parte de los dos, para que funcione tiene que ser de dos, en este caso fuimos los dos que queríamos restauración de nuestro matrimonio de otra manera no se hubiera logrado.”
Ahora que ya vimos el caso de Sara espero que pueda ayudar a quienes se encuentren en esta situación el día de hoy. Piensen muy bien que caer en el adulterio solo trae dolor y sufrimiento, tómense su tiempo para hablar con serenidad, sean maduros para aceptar en lo que se han equivocado, no esperen ser perfectos luchen por salir adelante, resalten el amor que se tienen, y por sobre todas las cosas den a Dios el primer lugar en sus vidas.
Hay un versículo en la Biblia que nos puede ayudar; en Jeremías 18:4 “Y la vasija de barro que él hacia se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.”
Cuando un matrimonio está en las manos de Dios, El puede retomarlo y volverlo a hacer.