Hace Unos días atrás miraba con horror las noticias sobre la matanza en Las Vegas y el resultado de la misma con tantos muertos y heridos. Simplemente sientes angustia y tristeza; y en lo primero que piensas es: ¿Y si fueran mis hijos?, Y empiezas a orar por ellos. Ves la gente sufriendo los embates de huracanes, de terremotos. Sin dejar a un lado que ahora empiezan a sonar más duro los tambores de guerras nucleares; cuando sabes que estás a merced de gobernantes egocéntricos que lo único que les importa es dar a conocer quién es el más poderoso, sin importar la vida de gente inocente. Miras a tu alrededor y te sientes impotente ante el maltrato animal, ante bosques destruidos por incendios gigantescos. Y lo peor de todo, la moda del milenio, la esclavitud humana. El que roben o vendan a pequeños niños y los hagan esclavos sexuales y que cuando ya no les sirvan simplemente los maten. Las drogas carcomiendo nuestra sociedad como plaga imparable. Las enfermedades como el cáncer y el sida. La naturaleza trastornada con inundaciones espantosas y repentinas, el calor sofocante y los polos deshaciéndose a pasos agigantados. Y piensas, ¿qué es todo esto? ¿A dónde iremos a parar? ¿Qué futuro les depara a nuestros hijos o nietos? ¿Será que tarda más nuestro Señor Jesús en volver? ¿Cuánto más hay que esperar?
La verdad mis queridos lectores es que podemos fácilmente sumar más cosas malas a esta corta lista de calamidades y llenar páginas enteras de cosas que nos angustian y nos desesperan.
Pero la verdad es que nuestro Señor Jesús nos dijo que en este mundo sufriríamos y tendríamos aflicción, pero no nos deja sin consuelo, el versículo de Juan 16:36 nos dice así:
“Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, Yo he vencido al mundo”.
Algunos días tal vez puedas sentir que nadie te aprecia, que nadie puede entender por lo que pasas y sientes. Que a quienes acudes pidiendo ayuda no te entienden. Qué Dios esta distante de ti. Y quisieras un abrazo sincero y palabras de ánimo.
Pero puedo asegurarte que nuestro buen Dios, quien también está dolido por ver su creación como está, porque no es lo que El planeó para este mundo. Ese Dios que nos tejió con sus manos en el vientre de nuestra madre. Quien es más bueno que nadie en este mundo, y que se humanó, para alcanzar al ser humano caído. El, sí, solo El, puede entender nuestro dolido corazón, puede entender nuestros pensamientos, puede ver las circunstancias que nos rodean.
El ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo: “He aquí Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20)
Y nos promete “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dadivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?
Ese Dios que siempre nos ha buscado hoy está a la puerta y llama, para darnos paz, esperanza y tranquilidad en medio de la tormenta. ¿Le abres?