Conocí a Jordi en una cama de un hospital. Nunca podré olvidar su edad, ya que tenía la misma edad que mi hijo menor. Jordi nació sufriendo. Nunca pudo desarrollarse, como lo hacen los niños sanos. Nunca pudo hablar, decir mamá, papá, salvo emitir sonidos guturales. Toda su vida la pasó en una cama, conectado a distintos aparatos médicos para poder sobrevivir. Mucho tiempo pasó internado en hospitales, producto de varias complicaciones que tuvo.
Me pidieron como Pastor que fuera a orar por Jordi y su familia.
Casi nadie, teniendo un hijo enfermo, se niega a que un pastor interceda ante Dios por un milagro.
Al conocer a la familia de Jordi, comenzamos a acompañarlos en su proceso tan difícil.
Empezamos a estudiar la Biblia con la familia; empezaron a asistir a la Iglesia y a conocer más a Dios. Muchas veces fuimos a visitar a Jordi a su casa, cantamos alabanzas, junto a él y su familia, estudiamos la Biblia y le pedíamos a Dios que hiciera un milagro, sanarlo.
Jordi falleció y quedó en muchos la pregunta: ¿Por qué Dios no lo sanó?.
El porqué no lo sabremos hasta que Cristo venga, pero lo que sí sabemos es que, a través de la enfermedad de Jordi, toda su familia conoció a Jesús y asisten regularmente a la iglesia, habiendo tomado la decisión de pronto unirse a la Iglesia Adventista, a través del bautismo.
Muchas veces las enfermedades, problemas o situaciones difíciles, son la razón por la cual la gente busca a Dios. Jesús dijo: “Me buscaréis y me hallaréis…”.
En la Biblia hay una historia de una señora enferma que buscó a Jesús y lo halló.
Marcos 5: 21-42
Una multitud suspiró aliviada al ver que Jesús aceptó sus ruegos, que se fuera de los contornos de la región de los Gadarenos. Otra multitud, al otro lado del lago de Galilea, lo esperaba con gozo, dándole la bienvenida a la ciudad de Capernaún.
Dentro de la multitud que le dio la bienvenida y lo estaba esperando, estaban dos personas que ansiosamente deseaban ver a Jesús: un padre de una niña de 12 años y una mujer, cuyo nombre no sabemos, que estaba siendo azotada por una enfermedad durante 12 años.
Jairo fue el primero que se acercó a Jesús, pero fue la mujer la que primero recibió la sanidad de Jesús.
Jesús no favorece a uno sobre otro; ni rehúsa a Jairo por su dinero y nivel social, ni ignora a la mujer, por su pobreza y su marginalización.
Jairo, al ser un hombre importante de la comunidad, rico, fue beneficiado por la multitud para llegar a Jesús sin muchos esfuerzos. Esta mujer anónima, que había gastado todo su dinero en encontrar una cura a su enfermedad, no podía acercarse a Jesús porque la multitud no se lo permitía. La Biblia dice que la gente sofocaba a Jesús. Con mucha debilidad, la mujer fue hasta la orilla del mar de Galilea y no pudo acercarse a Jesús. Siguió a Jesús a la casa de Mateo, pero tampoco pudo acercarse a El. No perdió la esperanza y siguió a Jesús en su camino a la casa de Jairo. En un momento, Jesús se acercó, y ella, temiendo perder la oportunidad de su vida, tocó el manto de Jesús. En ese momento supo que fue curada.
Esta mujer había probado solucionar sus problemas con diferentes médicos; había gastado todo su dinero. El Talmud menciona 11 diferentes tratamientos para su problema. Ella siguió al pie de la letra todos los tratamientos conocidos. Ahora, al no tener más dinero, ya no podía hacer ninguna cita con ningún médico. No había hospitales que la recibieran. Jesús era su última opción, su última esperanza.
Es muy normal que la gente no recurra a Jesús hasta que prueba, en vano, todas las otras ayudas. Jesús no nos reprende, aunque El sea nuestra última opción.
Muchas personas llegan a la Iglesia después de haber probado encontrar la solución a sus problemas en diferentes lugares, sin éxito. Cuando una persona no quiere ir al médico, y finalmente es convencido de ir por una enfermedad que se va agravando, el médico le dice:
“Es demasiado tarde; tendrías que haber venido antes.”.
Sin embargo, lo maravilloso de nuestro Salvador es que puede sanar a los que llegan últimos, también. Los medicamentos de los hombres fallaron, pero Cristo no falla.
Si esta mujer no hubiera estado enferma, tal vez no hubiera buscado a Jesús.
“ ¿Quién me tocó?”. El Salvador podía distinguir un toque casual a un toque de fe. Pedro le dice a Jesús: ” La gente te está sofocando y tú preguntas: ¿quién me tocó?”.
Hubo muchas personas que tocaron a Jesús casualmente ese día, pero sin fe.
Pero esta débil mujer, tal vez un poco tímida, lo tocó con fe y fue recompensada, de acuerdo con su fe.
Jesús parece no haber identificado inmediatamente a la mujer, quizás para darle la oportunidad de hablar primero.
Podrían darse varias razones para que Jesús no permitiera que la mujer se fuese quedamente, sin ser advertida:
- Jesús quería que la fe de la mujer fuera un ejemplo que otros pudieran seguir.
- Deseaba que ella se fuera llevándose el gozo perdurable de saber que había sido advertida personalmente por Jesús y reconocida por El.
- Deseaba eliminar de la mente de ella cualquier pensamiento supersticioso de que la curación se había efectuado como resultado de un mero toque.
- Para beneficio de ella, deseaba que reconociera la bendición que había recibido. Ser sanada de su dolencia, pero sin ser “salva” de la enfermedad del pecado, sería tan sólo un beneficio transitorio.
Aunque ignorada por la multitud, aunque parecía que nadie la veía, Jesús supo lo que pasó en su vida. Dios siempre sabe lo que está pasando en tu vida.
Ambos, Jairo y esta mujer, hallaron la solución a sus problemas en la presencia de Jesús.
No esperes a que todo se agrave en tu vida. Deja que El te ayude. No esperes hasta escuchar las palabras: “ Es demasiado tarde! No hay nada más que se pueda hacer.”.
Pídele ayuda a Jesús en primer lugar. No esperes a que todo se desmorone en tu vida. Permítele a Jesús ser siempre tu primera opción.
¡Hoy puedes tener tu Momento con el Maestro, y aferrarte a El con fe, como lo hizo esta mujer en la ciudad de Capernaún!