El 22 de marzo de 1824 hubo un incidente en Madison County, Indiana, que llegó a conocerse como la “Massacre de Fall Creek”. 6 hombres blanco asesinaron a 9 indios de la tribu Seneca y Miami. Otros fueron heridos. Dentro de los 9 muertos había 3 mujeres y 4 niños. Los 6 hombres fueron capturados, juzgados y debían ser ejecutados. Uno de estos se llamaba John Bridge Jr., que fue sentenciado a la horca por su parte en la masacre. El tenía que ser ejecutado el 3 de junio de 1825. Su padre, John Bridge Sr., y su tío ,Andrew Sawyer, también serian ejecutados.
John Bridge, Jr., junto con una gran cantidad de personas, fueron testigos de la ejecución de su papá y su tío. John estaba esperando el perdón que solamente el gobernador podía darle, pero sin ninguna señal todavía. Mientras la gente esperaba se predicó un sermón. John Bridge, Jr. fue llevado a la horca. Cuando la cuerda fue bajada para ponerla en su cuello, se escucharon aplausos desde el fondo de la multitud que estaba viendo lo que pasaba.
Un extraño se abrió paso y miró al condenado fijamente, y le dijo: “Señor, ¿Sabe usted en presencia de quién está?”. Bridge, moviendo su cabeza, dijo: No. “Hay dos poderes que pueden salvarlo de su sentencia a muerte hoy. Uno es el “Dios del Universo” y el otro es J. Brown Ray, gobernador del Estado de Indiana, quien está frente a usted.” Con una carta, el gobernador anunció: “Estás perdonado.”
En un instante, lo que parecía una situación sin esperanza, se convirtió en una puerta de esperanza. John Bridge Jr. regresó a su hogar, cambió su vida, abrió un negocio y murió pacíficamente a la edad de 52 años.
Cuento esta historia para hacerte unas preguntas: ¿Te imaginas el miedo que tenía este joven al ver a su padre y tío morir, sabiendo que él sería el próximo? ¿Te imaginas lo que sentía al caminar hacia la horca? ¡Seguro que fue un momento aterrador!
La Biblia nos cuenta de alguien que experimentó algo parecido. Una pobre mujer fue traída por los lideres religiosos en presencia de Jesús. Ella sabía que estaba a punto de recibir la muerte por apedreamiento. Pero lo que ella no sabía era que había sido conducida a la presencia del Dios del Universo. ¡Cuando se encontró con El todo cambió para siempre!
Juan 8:1-11.
El último día de la Fiesta de las Cabañas guardias de los sacerdotes fueron enviados para arrestar a Jesús. Cuando los guardias regresaron sin Jesús, les preguntaron: “¿Por qué no le trajisteis?” Contestaron: “Nunca ha hablado hombre, así como este hombre”
Al no poder arrestarlo, volvieron a sus hogares y Jesús se fue al Monte de los Olivos. Empezaron a planear un plan para condenar a Jesús. Al siguiente día del fallido intento de detener a Jesús, cuando El estaba enseñando a todo el pueblo, le traen, arrastrando, a una mujer aterrorizada, a su presencia.
Parecía un plan perfecto para finalmente atrapar a Jesús. Si Jesús la condenaba a muerte estaría poniéndose en contra del gobierno romano. Sí la perdonaba, estaría en contra de Moisés. Vez tras vez los líderes hicieron todo tipo de intento para arrestar a Jesús y no pudieron.
Jesús finalmente no muere porque los sacerdotes y líderes lo atraparon. El muere porque puso su vida por nosotros; no porque fue tomado a la fuerza.
I. La acusada.
Para que fuera sorprendida en adulterio, obviamente que tuvo que haber sido engañada, parte de un plan siniestro. Tal vez un hombre le juró amor eterno, le dijo que ella era el amor de su vida, que al siguiente día pagaría la dote para casarse con ella. Según la Biblia, se apedreaba a las mujeres comprometidas (Deuteronomio 22:23-24). Así que parecería que ésta fue la situación de la mujer: comprometida con alguien para casarse.
Ahora ella se da cuenta que el hombre solamente la usó; que no la amaba, como decía; que ella no era el amor de su vida, que no había futuro para ellos. Arriesgó tanto y ahora iba a su sentencia de muerte.
Así es como el enemigo nos engaña. Nos hace creer que seremos felices, que tendremos un futuro maravilloso, verdaderos amigos, etc…pero un día, tarde o temprano, nos daremos cuenta de que fuimos usados. Que arriesgamos todo, para nada.
¿Alguna vez te sentiste usado o usada? Nos sentimos tristes, defraudados. Esta mujer se da cuenta que los sacerdotes también la habían usado. En vez de protegerla, ayudarla, la habían usado para tratar de arrestar a Jesús. Ahora ella escucha…: “Tú, pues, ¿qué dices?”
II. Los acusadores
Jesús empieza a ministrar a los acusadores. Generalmente los que van delante del juez como demandantes, acusadores, son los que han sufrido alguna estafa, algún perjuicio de parte del acusado. Pero en esta historia es al revés. Eran ellos los que habían causado dolor, vergüenza en esta mujer.
A la primera pregunta que le hacen a Jesús, El no responde, sino que empieza a escribir en el suelo. Ellos insisten. Quieren una respuesta de Jesús. Los testigos del hecho debían ser los primeros en arrojar las piedras. Ahora Jesús les dice: “El que de vosotros esté libre de pecado, incluyendo testigos, sacerdotes, los del pueblo, sea el primero en arrojar la piedra.” Jesús se inclina de nuevo y comienza a escribir en el suelo. Temblando de miedo se fueron alejando desde los más viejos a los más jóvenes. Al retirarse, admitieron su culpa. Ellos también merecían ser apedreados. ¡Finalmente, los acusadores habían sido derrotados!
III. La perdonada
Jesús ahora comienza a ministrar a esta aterrorizada mujer. “¿Dónde están los que te condenaban?” Y, la verdad que no hubo nadie sin pecado para quedarse y tirar la primera piedra. Jesús, el único sin pecado, se quedó junto a ella. El único que podía condenarla a muerte, le dijo: “Vete y no peques más”. Su corazón se enterneció, y se arrojó a los pies de Jesús, expresando con lágrimas su amor a Jesús. Confesó sus pecados y en su vida nueva llegó a ser una de las seguidoras más fervientes de Jesús.
Caleb Young, en Kentucky, pensó que un sentenciado a cadena perpetua había recibido una condena excesiva. Le pidió al gobernador que le diera el perdón para este hombre y lo consiguió. Caleb fue a la prisión para comunicarle la buena noticia a este hombre. “Si salieras libre de este lugar, ¿qué harías?”. El preso respondió: “Mataría al juez que me condenó. También mataría al fiscal y a los que testificaron en mi contra”. El Sr Young nunca le dijo que en su poder tenía firmada su libertad. Salió de la prisión y rompió el perdón escrito y firmado por el gobernador.
Cuando Jesús perdona, no deja a los pecadores en la misma condición. El nos perdona para que andemos en vida nueva, libres del pecado. La salvación viene con una nueva vida, una nueva actitud hacia Dios y los hombres. Los acusadores, que eran tan pecadores como la mujer, se fueron sin recibir el perdón de Jesús, sin recibir el mayor de los regalos que el Cielo haya hecho al mundo.
Tal vez, como esta mujer, tu vida haya sido destrozada, arruinada por el pecado. Tal vez personas religiosas te hayan lastimado. No te conozco, pero sé que necesitas estar en la presencia del compasivo Jesús. El hará que tu vida sin esperanza tenga sentido. Ven a Jesús con tu doliente corazón. El quiere y puede ayudarte. ¿Aceptarás su invitación?
George Wilson fue sentenciado a muerte después de haber sido hallado culpable de matar a un guardia federal, al robar un tren con los sueldos de empleados federales. Sentimientos públicos acerca de la pena de muerte llevaron al presidente Andrew Jackson a firmar su perdón. Increíblemente, Wilson rechazó el perdón del presidente. ¿Puedo uno hacer esto?. Este caso llegó a ser legalmente no claro, tanto que la Corte Suprema tuvo que emitir un veredicto: “El perdón es un documento legal que el valor es determinado por el que recibe el perdón. No tiene otro valor que el que lo recibe. George Wilson rechazó el perdón. Por lo tanto debe morir” . Wilson recibió la condena capital.
Por la gracia de Dios, su perdón sólo tiene valor para aquellos que lo reciben.
Algunos llegaron solos a Jesús. Otros fueron traídos por amigos. En este caso, la mujer fue traída por enemigos a la presencia de Jesús.
No importa como llegues. Una vez en la presencia de Jesús tu vida cambiará para siempre.