Hace algún tiempo en la iglesia, una persona, quien era la primera vez que llegaba a la iglesia a la cual asistía, se acercó a mí y me dijo: “hermana, mire ese señor que está sentado adelante, cada vez que pasa una muchacha bonita le cierra el ojo y hasta le levanta el hombro para llamar su atención, seguro es un viejo verde”. Me pareció muy gracioso, puesto que el pobre hermano lucha con un tic desde hace tiempo y se le ha empeorado cada día. Si yo no hubiera conocido al hermano y que, ama a su esposa desde hace muchos años hubiera creído tal comentario. Lo más chistoso de la situación es que esta persona lo asoció con que “cada vez”, que pasaba una muchacha bonita. Estoy segura que hasta hubiéramos comentado después en casa; que en esa iglesia hay un hermano que llama la atención de muchachas bonitas. Pobre hermano, ¿no creen?
Este es un ejemplo de cómo empezar un chisme, que puede afectar incluso a un matrimonio.
Otro día una persona me llamó, para contarme que el hijo de una hermana era homosexual, y que seguramente la madre tenía la culpa de lo que pasaba con el joven, puesto que era una madre muy consentidora con el niño cuando éste era pequeño. Además de muchas cosas que me dijo. Al principio me molestaron demasiado sus comentarios fuera de lugar, pero al mismo tiempo que ella hablaba, en mi mente oraba, para calmarme y hacerle saber que no estaba bien que juzgara con tanta ligereza, y hacerlo de tal forma que no la hiriera, y hacerlo con amor.
En primer lugar yo era amiga de la persona en cuestión, y sabía cuánto ella había hecho por sus hijos, las horas dedicadas enseñando la lección de escuela sabática a sus pequeños, y me puse a pensar en el dolor que estaría pasando al ser juzgada en la iglesia. A la hermana que había traído el chisme, yo le contesté, que si ella ya había orado por aquella persona, también me permití recordarle que muchas veces somos nosotros los que somos juzgados, y que lo único que necesitamos muchas veces es un abrazo, una oración o saber que se cuenta con alguien aunque no se diga nada. Le comenté de cómo yo había sido testigo de la dedicación de esta persona con sus hijos. Cuando supe de la situación oré mucho por mi amiga, sabía que no la estaba pasando bien. Al llamar, me comentó “te habrás enterado de mi problema”, su gran dolor era palpable, su esposo y su hija no iban más a la iglesia, porque los comentarios eran muy hirientes. Con muchas lágrimas, me decía:” ya no voy a una sola iglesia, necesito ir cada sábado a otra y otra porque me duele mucho el que me juzguen tan duramente”.
Otra pareja, de la iglesia me comentaban, lo mucho que sufrían, puesto que habían sido juzgados duramente por la hermandad, al ver que el hijo de un “anciano” ahora se drogaba. “Si supieran lo mucho que duele ver a nuestro hijo así. Si supieran lo mucho que sufrimos, porque ahora no podemos hacer nada. Le dimos toda la información posible. Nos culpamos diariamente, pedimos perdón, y sufrimos calladamente, porque nadie se ha acercado a nosotros ni si quiera para orar”.
Otra persona lloraba en la iglesia porque su esposo la había abandonado con sus dos hijos, a lo que una hermana le contestó: eso fue tu culpa, no lo cuidaste bien. Lo que no sabía nadie era que el señor sufría de una enfermedad mental. Y en esa familia estaban sufriendo mucho, aunque ellos estaban siendo abusados de muchas maneras, pues el señor sufría de esquizofrenia. Y aunque después se sintieron aliviados porque era lo mejor, en el momento la pasaron muy mal y sin tener ayuda de nadie, aquella madre sufrió muchísimo, porque en casa los hijos le decían que ella tenía la culpa gracias a los comentarios de aquella hermana.
¡Qué situaciones tan difíciles!, pero no se limitan a una sola denominación.
Cuando creemos que somos MUY BUENOS, creemos que los demás no lo son, y al sentirnos así, creemos que nos dá derecho de poder juzgar a los demás. Pero, ¡oh sorpresa!, la biblia declara:
- “Por cuanto TODOS PECARON, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23)
- “NO hay justo, ni aun UNO”(Romanos 3:10)
- “TODOS se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, No hay ni siquiera uno.” (Romanos 3:12)
- “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tu eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”(Apocalipsis 3:17)
Y hay muchos más que por espacio no podemos mencionar, la biblia deja en claro que nadie es bueno.
Pero lo que sí deja en claro es que es mejor tratar a los demás, como a mí me gustaría ser tratado.
Que el amor se debe de demostrar, no solamente de palabras, sino en hechos.
Lo que está pasando en nuestras iglesias, es la falta de amor. Siempre se habla de amor, pero no se demuestra.
“El que no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor” (1 Juan 4:8)
Si Dios no nos rechaza, sino al contrario, nos invita a correr a sus brazos amorosos, cuando dice: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro…” (Salmos 91:4), ¿quiénes somos nosotros para rechazar a alguien, o para juzgarle tan duramente?
Mostremos empatía. La empatía, no es otra cosa que sentir lo que otro siente. Y no nos juzguemos, la iglesia debe ser un lugar seguro, donde entramos con la seguridad que todos tenemos una terrible enfermedad llamada PECADO. Pero que tenemos sanidad en Cristo nuestro amante Salvador.
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis,
Seréis juzgados” (Mateo 7:7)