Hablamos a menudo de los derechos de la mujer, del hombre, de los niños o de las niñas; pero muy pocas veces escuchamos acerca de los derechos del anciano. Aquellas personas que muy frecuentemente son olvidados, abusados, maltratados y muchísimas veces despojados de sus pertenencias, solo por beneficio de otros.
El primer trabajo que tuve en USA fue en un lugar de retiro para ancianos, y aunque era un lugar para ancianos ricos, se podía ver la diferencia entre los ancianos que eran frecuentados por sus familiares y tratados con amor, y aquellos que no eran frecuentados y no los amaban.
La diferencia era grande pues los primeros llegaban a estar sanos mentalmente por muchos años, los llevaban frecuentemente a comer por ahí, los tomaban en cuenta en sus reuniones familiares, y se encargaban de demostrarles que los amaban, simplemente no les podían brindar cuidado en casa porque todos trabajaban. A diferencia de los segundos; rápidamente enfermaban, y mentalmente perdían la memoria. Recuerdo que había una ancianita, a la cual el hijo llegaba cada año a verla, y un día la señora le preguntó por unos amigos de ella, y él le contestó con impaciencia, “por qué pregunta por ellos, si ya todos están muertos, la única que queda viva es usted”; salió del lugar apresurado. La pobre ancianita, lloró todo el día, y cuando entré a mi turno, que era el de la noche, seguía sollozando. La pobre viejita perdió totalmente la memoria y solo duró seis meses más.
Claro que culturalmente hay unos países que suelen tener respeto por los adultos mayores, pero entre más pasa el tiempo vemos que hay tantas ocupaciones, que a veces es simplemente imposible cuidar de nuestros ancianos. Pero veamos algunas estadísticas del abuso al adulto mayor:
El maltrato de las personas mayores es un problema importante de salud pública. Aunque hay poca información sobre el alcance del maltrato en la población de edad avanzada, especialmente en los países en desarrollo, se calcula que 1 de cada 10 personas mayores ha sufrido malos tratos en el último mes. Probablemente la cifra esté subestimada, puesto que solo se notifica 1 de cada 24 casos de maltrato a personas mayores, en parte porque los afectados suelen tener miedo de informar a sus familiares y amigos o a las autoridades. En consecuencia, es probable que todas las tasas de prevalencia estén subestimadas.
Aunque los datos rigurosos son escasos, un estudio ha aportado estimaciones de la prevalencia de los tipos más frecuentes de maltrato en países de ingresos elevados o medios:
- maltrato físico: 0,2-4,9%
- abuso sexual: 0,04-0,82%
- maltrato psicológico: 0,7-6,3% (basado en criterios liminares sustantivos)
- abuso económico: 1,0-9,2%;
- desatención: 0,2-5,5%.
Los datos sobre el alcance del problema en establecimientos institucionales como hospitales, hogares de ancianos y otros centros asistenciales de largo plazo son escasos. Sin embargo, en una encuesta realizada al personal de hogares de ancianos en los Estados Unidos de América se apunta la posibilidad de que las tasas sean elevadas:
- un 36% había presenciado al menos un incidente de maltrato físico contra un paciente de edad avanzada en el año precedente;
- un 10% había cometido al menos un acto de maltrato físico contra un paciente de edad avanzada;
- un 40% admitió haber maltratado psicológicamente a pacientes
(Fuente: la OMS)
Es muy triste que aquellas personas que alguna vez nos cuidaron, sean maltratadas. Aquellas personas que dieron su vida trabajando, las despojemos de todo para beneficio propio, y que nos tuvieron entre sus brazos con amor y alegría, hoy ni nos acordemos que existen. Que les faltemos el respeto; y eso comienza respetando a nuestros padres cuando ya somos adultos y no vivimos con ellos.
Pero los ancianos tienen derechos, y estos son:
- Derecho a que se reconozca la vejez como el período más significativo de la vida humana, por su experiencia y sabiduría y por el mismo hecho de ser anciana.
- Desarrollar una actividad u ocupación en bien de su salud física y mental.
- Hacer uso de su libertad de conciencia, pensamiento y elección.
- Tener acceso a los servicios de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación en salud.
- Ser tratado en todo momento con el respeto y la dignidad que merecen por su condición de personas y por su edad.
- No ser discriminado y ser calificado como enfermo por su condición de anciano.
- A una atención humanizada, un trato digno y respetuoso a su cuerpo, sus temores, sus necesidades de intimidad y privacidad.
- Recibir servicios y programas integrales de salud que responsan a sus necesidades específicas, de acuerdo a su edad y estado general.
- Una educación que favorezca el autocuidado y el conocimiento de su estado de salud, en beneficio de su autoestima y reafirmación como persona.
- A ambientes de trabajo y condiciones de vida que no afecten su vulnerabilidad.
- A que sus conocimientos, actitudes y prácticas culturales en salud, sean tenidos en cuenta, valorados y respetados.
- Una actuación protagónica en los espacios de participación comunitaria en salud y a los diferentes espacios de toma de decisiones del sistema de salud.
- Ser informado sobre su situación de salud y recibir un tratamiento adecuado y que se respete su consentimiento para la prestación del mismo.
- A recibir o rechazar auxilios espirituales o religiosos.
- No ser institucionalizado sin su consentimiento.
- Una muerte tranquila y digna.
Recordemos la regla de oro: “Así que todas las cosas que queráis, que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos…” (Mateo 7:12)