Es también llamada la etapa del enamoramiento o la etapa pasional. Esta se dá desde que regresamos de la luna de miel hasta los tres años de matrimonio o hasta que nace nuestro primer hijo. Por eso no es conveniente tener hijos en esta etapa, ya, que no dura mucho tiempo y es fundamental para afianzar los vínculos amorosos que nos ayudarán en la etapa siguiente que es la más dura. En esta etapa se escriben poemas y canciones. Los defectos del otro no nos molestan, incluso nos parecen divertidos. Aquí es cuando debemos empezar a ejercitar la templanza, la abnegación y la consideración. Se corre el riesgo de de caer en la obsesión. También se empieza a conocer realmente la otra persona, y cuáles son los hábitos de cada uno.

Se empieza a ajustar la familia política, y es necesario poner límites para lograr la buena convivencia y la buena comunicación. Recuerden que ya son un hogar diferente. Ningún hogar es igual.

Dialogar, llegar a acuerdos entre ambos, negociar, y poner reglas de la intimidad.

Comunicarse debidamente y no dar nada por sentado. Ser totalmente sinceros el uno con el otro en todo momento, es fundamental. Existen personas que se guardan para sí las inconformidades y por eso no se llegan a acuerdos realistas y maduros para manejar cualquier tipo de conflicto. No es conveniente discutir por no llegar a algún arreglo, es necesaria la madurez y llegar a un sistema común de valores.
Económicamente, es necesario hacer ajustes, manejar cuentas bancarias, inversiones y ahorros; son puntos importantes que deben aprender a manejarse adecuadamente en esta etapa. Y la participación de ambos es imprescindible.

Establezca el culto familiar. Dios como centro de su hogar. Estudien su Biblia juntos, oren juntos y edifiquen un hogar que honre a Dios. Pongan cimientos firmes. Tomen decisiones que agraden a Dios.

El esposo sea considerado, cuidadoso, atento, constante, fiel y compasivo. Recuerden el consejo bíblico: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amo a la iglesia, y se entregó así mismo por ella.” (Efesios 5:25).

La esposa sea paciente, considerada, atenta, fiel, compasiva y discreta. Recuerden el consejo bíblico: “Mujer virtuosa, ¿Quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. La mujer que teme a Jehová, esa será alabada”. (Proverbios 31:10 y 30).
La familia que no tiene a Dios, es como quien tiene una casa sin techo ni fundamentos.