La definición de infidelidad, no es sino, la relación sentimental y / o sexual entre dos personas que no pertenecen al vinculo matrimonial. También muchos la definen como traición; falta de fidelidad a alguien. Alguien que se involucra íntimamente con una tercera persona distinta de la pareja con la que se tiene un compromiso, ya sea a largo o corto plazo.

El adulterio puede darse fuera del cristianismo como dentro del mismo. Hoy no hay discriminación de sexo o de religión para este mal que carcome la sociedad.

No hay estadísticas con respecto a cuantos divorcios se producen por esta situación, porque generalmente cuando hay divorcio por infidelidad se exigen las pruebas, y se hace muy largo y desgastante el proceso, por lo que muchos prefieren optar por el divorcio de común acuerdo. Y otros prefieren callar al respecto porque la pareja suele tener un cargo dentro de la iglesia, bien puede ser el pastor de iglesia, como cualquier miembro de la misma.

La verdad es que es una de las peores traiciones que podemos recibir de parte de nuestra pareja. Quien busca a otra persona lo hace por motivos sexuales, emocionales o intelectuales que su pareja no satisface.

Suele ser una etapa dolorosa, no solo para la pareja sino también para los hijos y los que nos rodean.

He aquí el testimonio de alguien a quien llamaremos Sara, para proteger su identidad.
“Mi nombre es Sara, me case muy enamorada de mi novio. Me casé con el joven que todo el mundo pensaba era el ideal, buen mozo, profesional, cristiano. Y yo la niña que cualquiera puede desear, cristiana, bonita, respetuosa.
“El primer año fue el más lindo de mi vida, era como el cuento de hadas, que cualquiera puede imaginar. Si bien había muchas diferencias entre nosotros estas no se notaban. A los pocos meses resulté embarazada, y fue un embarazo muy difícil. Pero gracias a Dios llegó a su término. No notaba nada de diferencia, aunque debo confesar que ser madre atrapaba toda mi atención.
“Luego nacieron otros dos niños. Al cabo de ocho años notaba ciertas diferencias en mi esposo. Me humillaba mucho, también a mi familia. Ir a la iglesia poco a poco fue irrelevante para él. Un día me dio por abrir la guantera del carro, y casi me muero al ver un par de preservativos, faltaba uno, y él cuando se dio cuenta que le faltaba uno en la caja, me enseñó otro de otra marca.
“Aunque quise hacerme la ciega, esto no podía estarme pasando, no a mí. Transcurrido un tiempo, y la situación se volvía más insoportable; llega la confesión que no quería escuchar aun cuando sabía que era así.
Sentía que mi vida se iba en un gran abismo, que no lo merecía, no sabía que había hecho mal. Ahora sí, todo se derrumbó, sufrí demasiado, sentía el mismo dolor que uno siente cuando pierde a un ser querido. Las peleas se hicieron intensas, los niños se asustaban, pensaban que había sido su culpa, la vida era en blanco y negro. Descuidé la educación de mis hijos, no tenia cabeza para otra cosa que no fuera el gran problema que tenía. Por un lado quería el divorcio y por otro quería luchar por mi matrimonio”.

Las lágrimas de Sara salen de sus ojos espontáneamente mientras recuerda todo aquel tormento a pesar que ya han pasado más de veinte años. Seguiremos con su relato la siguiente semana.

El adulterio envuelve la mente en velos de ilusión que la enredan poco a poco.
“El que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace.” (Proverbios 6:32).