Si bien es cierto, que los hijos son una gran bendición, también es cierto que criarlos y educarlos es todo un reto. Y por mucho que hayamos leído o aprendido en seminarios y hasta en la propia iglesia, la verdad es que, cada uno es diferente y requiere de atención individual y constante.

Cada una de las etapas que el niño o niña va viviendo es diferente y requiere que estemos informados para saber cómo hacer que el infante se desarrolle de la mejor manera así, podamos aprovechar cada una de ellas para saber cuánto poder exigir y como ayudar a su desarrollo intelectual y físico.

La familia que les rodea, los padres y su diferente educación, la cultura que les rodea, el ámbito social en el cual se desarrollan, la iglesia, la escuela y el vecindario en el que viven será también un factor influyente en su educación.

La verdad es que aunque tengamos un mundo de información a nuestro alrededor, nos equivocaremos miles de veces y también acertaremos miles de veces. Lo importante es no darnos por vencidos sino seguir intentándolo, sabiendo de antemano que somos seres imperfectos criando seres imperfectos.
Los que tenemos hijos adultos, veremos al pasado con tristeza por los errores y también con alegría por lo que se logró.

Ser padre o madre es el trabajo más grande y maravilloso del ser humano. Es más, daremos todo por esos seres preciosos. No hay horarios ni limites.

Lo más importante es que daremos amor y recibiremos amor.

Antes de hablar de nuestros hijos, tenemos que tomar en cuenta algunos elementos que nos ayudaran en este viaje:

  1. Dios es nuestro ejemplo, amigo y nos dará la sabiduría y la paciencia que necesitemos.
  2. El corazón lo usaremos pero no más que nuestra cabeza para educar a nuestros hijos.
  3. Podremos hablar mucho, pero el ejemplo arrasa, como bien dicen por ahí.
  4. Qué los métodos de enseñanza son distintos para cada niño.
  5. Qué como seres humanos imperfectos nos equivocaremos, pero que no es motivo para darse por vencido.
  6. Estaremos dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos, a desaprender lo que hemos aprendido para aprender cosas nuevas que nos ayuden a formar seres y a formarnos nosotros mismos.
  7. Si yo quiero un cambio en la conducta de mis hijos, yo tengo que estar dispuesto a cambiar también.

De la próxima semana en adelante hablaremos acerca de cómo podemos ayudarnos y ayudar a nuestros pequeños a salir adelante.

Sería muy conveniente que leamos la parábola del Hijo Prodigo en la Biblia antes de comenzar nuestro viaje. Y analicemos los puntos de vista del hijo y también del padre de dicha parábola. Se encuentra en Lucas 15:11 en adelante. ¡Dios les bendiga!