Comenzaré con una historia personal, que seguramente puede causar risa para muchos; cuando mis hijos nacieron los vi tan lindos y tan sanos que supliqué a Dios, que la promesa de Su segunda venida fuera antes que ellos entrasen a la escuela. Pero por muy risible que esta anécdota sea, amo tanto a mis hijos que al salir de casa era como mandarlos a un mundo tan malo, que pondría en riesgo la salvación de mis hijos.

Pronto crecieron y tuvieron que ir a la escuela. Y sí, ahí, a pesar de ser una escuela cristiana, nos dimos cuenta que habría que luchar más de lo que nos esperábamos. Luego al mudarnos a los Estados Unidos, nos fue económicamente imposible la educación cristiana y tuvimos que mandar a nuestros hijos a una escuela pública, y aunque ésta era muy buena pues tenía muy pocos alumnos y además la mayoría de los maestros y empleados eran adventistas, nos dimos cuenta que la educación comienza en casa. El hogar es la primera escuela de nuestros hijos. Y que pase lo que pase el fundamento que se les dé en casa es muy esencial. He aquí algunos consejitos que podemos poner en práctica antes de mandar a nuestros hijitos a la escuela:

La educación comienza en el hogar. En el hogar ha de empezar la educación del niño. Allí con sus padres como maestros es donde ha de aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida. (Conducción del niño página 17)

La comunicación padre-hijo debe ser una comunicación clara y de acuerdo a la edad del niño.

Hay que enseñarles a nuestros hijos que las acciones que hacen traen consecuencias, ya sean estas positivas o negativas.
Enseñemos a nuestros hijos el dominio propio, es decir a controlar sus acciones y emociones, así como a tener disciplina.

Acompañemos a nuestros hijos en cada cosa que haga, sea grande o pequeña, seamos positivos y animémosle a lograr sus metas.

Conserve siempre la calma, y no actúe a la ligera. Ayudará a su hijo también a actuar así en circunstancias que lo requiera.

Sea un maestro. Conviértase en instructor, dándole a su hijo la información que le ayude a resolver problemas. (La Crianza Practica de los hijos, página 8)
La obra de los padres debe preceder a la del maestro. Si tratan cuidadosamente de aprender cual es su deber y de cumplirlo con oración, prepararán a sus hijos para recibir instrucción del maestro, en el aula. (Conducción del niño, página 20)

Y por último pero no menos importante, todo debemos hacerlo con amor, con alegría, recordando que son corderitos de Dios, por lo tanto consagrémonos y oremos mucho.
Confiando en la oración de nuestro Señor Jesús en Juan 17:15 que dice:

Padre no te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno.